Foto/ Bene Maldonado
Cuando se pierde el respeto a las personas se está considerando que el otro no es un interlocutor válido y, por tanto, se acaba el diálogo.
Cuando se pierde el respeto a las personas, la dignidad del ser humano se transforma en mercancía negociable para tales o cuales intereses.
Cuando se pierde el respeto a las personas se establecen categorías de personas que valen y son respetables (los que están de acuerdo con los puntos de vista del irrespetuoso), y otras categorías de personas que no valen y no son respetables (los que no están de acuerdo con los puntos de vista del irrespetuoso).
Cuando se pierde el respeto a las personas, los derechos humanos -con todas sus declaraciones y agrupaciones- son transformados en un defecto de la naturaleza humana que equivocadamente ha pretendido que todas las personas son respetables.
Cuando se pierde el respeto a las personas significa que no se considera que la democracia y sus modos de diálogo y participación sean instrumentos válidos para gestionar la vida de una comunidad humana.
Cuando se pierde el respeto a las personas se abre la puerta a la ley del más fuerte, a la brutalidad del que grita más, del que ofende más, del que golpea más, del que anula o elimina más eficientemente al otro.
Cuando se pierde el respeto a las personas significa que todo está permitido: descalificar, insultar, mentir, robar, exiliar, torturar, matar… Todo está permitido porque “esos” no son seres humanos respetables.
Cuando se pierde el respeto a las personas todo está en peligro: la dignidad, la honra, la integridad física y sicológica, la democracia, la convivencia humana, ¡está en peligro la vida!
Cuando se pierde el respeto a las personas todo puede comenzar con un jarro de agua arrojado en el rostro de una persona que es Ministra de Educación, y la escalada de la falta de respeto puede seguir con ofensas e insultos, puede seguir con golpes y otras formas de violencia, puede llegar incluso a la tortura y la muerte… ¡Qué tanto, si ya se faltó el respeto desde el inicio, y lo demás son variaciones de un mismo tema!
Ya hemos vivido en el pasado reciente de nuestro país dolorosas y tristes experiencias colectivas de adónde puede llevarnos la pérdida de respeto a la dignidad de todo ser humano. Habría que estar loco para querer volver a vivir algo así; sin embargo, si no se cuida la democracia que hoy tenemos -imperfecta, por cierto, pero siempre perfectible- podemos entrar en una pendiente de violencia que es muy difícil detener y que en su loca carrera deja mucho dolor y sufrimiento.
La compleja situación generada con la agresión causada a la Ministra de Educación por una joven estudiante es una fuerte invitación a reflexionar acerca de lo que estamos viviendo como país, acerca de los valores que estamos promoviendo en nuestra sociedad, acerca del modo en que nos relacionamos y dialogamos, acerca del cuidado de la democracia tan arduamente recuperada, acerca de la formación cívica que están recibiendo los jóvenes.
Lo sucedido esa mañana en el Hotel Crown Plaza durante el desarrollo de una actividad organizada por el Ministerio de Educación bajo el título de “Diálogos Participativos por la Educación Pública” es una radiografía que muestra mucho más allá de lo que allí sucedió.
Por último, puede ser que una adolescente no pueda medir todas las consecuencias de sus acciones y… entonces…, habrá que enseñarle a respetar a todo ser humano, habrá que hacerle ver el valor supremo del respeto a las personas, habrá que ayudarla a que aprenda a convivir con personas que piensan distinto y a respetar la autoridad, habrá que darle a conocer la responsabilidad personal y social de los actos de cada persona. Es decir, esa adolescente es un sujeto a quien hay que ir educando.
Todo se vuelve más complicado aún cuando las principales instancias de educación de esa adolescente -es decir, su familia y los dirigentes gremiales de los profesores- justifican y validan el jarro de agua arrojado. Por cierto que esos actores deformados, mal informados y carentes de propuestas no pueden ser interlocutores válidos en la discusión de grandes temas nacionales.
Entonces, ¿qué posibilidad tiene esa adolescente de aprender a respetar a las personas y convivir democráticamente con otros que no están de acuerdo con ella?, ¿qué posibilidad tiene esa adolescente de aprender que no es la violencia ni la falta de respeto a la dignidad del ser humano lo que permite avanzar hacia una sociedad más justa?
El asunto es muy complicado… y lo importante es darnos de cuenta de adónde puede llevarnos la falta de respeto a las personas, para que actuemos hoy y no lamentemos mañana.