La filosofía y la mano

La filosofía y la mano

23 Marzo 2006
Esta es una relación que se da entre lo que razonamos, algo que no podemos ver, lo que sucede con nuestro cuerpo, que sí podemos ver, y con una parte en particular de nuestro cuerpo: con la mano.
Cesar Gomez >
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La filosofía es un anhelo de saber entre la teoría y la práctica. Es una forma de preguntar, esto significa, entrar en el ámbito de la verdad.
Pero, ¿qué es el preguntar?, ¿cómo se pregunta?, ¿dónde empieza el preguntar?
Noten que ahora no estamos más que haciendo otra cosa que preguntar. Se dirá que el preguntar es contagioso. Pues de eso se trata. De hacernos caer en la vacilación en que nos encontramos aquí y ahora.
Pasemos a algo fundamental que se da en todo acto de razonamiento, como es pensar. El pensar se análoga a pesar y pesar significa como su nombre lo indica, tomar el peso a algo. Diremos que es cosa de tacto. Por ejemplo: en el tacto tocamos las cosas, y las tocamos tan de cerca, que a la vez ellas nos tocan a nosotros. (Imagínense) Todo tacto es contacto y denominamos a eso realidad. Pensar es tomar el peso a la realidad misma y eso puede hacerse por vía del preguntar.
En el preguntar nos acercamos a las cosas, queriendo responder por lo preguntado. Todos nos hacemos las más variadas preguntas. Cómo soy, que quiero, a quién quiero etc. Y quedamos tocados en lo más íntimo, es decir, trastocados, transformados. Coloquemos un ejemplo, el pensar o pesar toca las cosas y les toma el peso. Ahora bien, tomar el peso es experimentar hacia dónde se inclina eso que está en nuestra mano. Ya no somos nosotros los que pensamos las cosas, sino que son las cosas las que nos pesan a nosotros. Y esto sucede sin duda en la mano.
¿Qué tiene que ver la filosofía con la mano?
Parecería una pregunta burda, o muy obvia: “Ah con ella se escribe o se trabaja, etc”.
Diremos que no se está tan lejos de lo preguntado. ¡No crean ustedes que la mano no tiene nada que ver con la filosofía! La mano sin duda es lo esencial.
Fíjense bien: la mano tiene cinco dedos. Uno de ellos se llama, el dedo índice, porque con él indicamos, es decir, mostramos algo. El dedo del medio se llama cordial, esto es, del corazón. Y el corazón es la interioridad profunda del hombre. En la filosofía el hombre queda tocado en su corazón, en lo más hondo de su ser. Y queda tocado allí por las cosas, que al tocarlo se le abren en su profundidad. El dedo gordo se llama pulgar, porque entre los dos pulgares matamos las pulgas. Las pulgas son lo que salta y se esconde, lo que en vez de servir, perjudica. Con la mano dejamos fuera lo que no sirve, lo falso, lo liquidamos. El dedo chico se llama meñique, pequeñito. Es pequeñito, pero esencial, porque entre él y el pulgar agarramos lo que realmente sirve, lo que vale, lo verdadero. Y por último, el dedo anular es donde se pone el anillo, que es signo de amor. El amor es mi peso. El amor me arrastra con su peso.
En la mano está concentrado el hombre entero, con su corazón, con su amor, con su capacidad de mostrar, con su desasimiento de lo que, en vez de servir, nos daña. Con su pequeñez agarradora, que se aferra a las cosas mismas, sin las cuales no sería nada. Por lo tanto, la filosofía es una forma de contacto a través de la mano y a través del diálogo.
Y dialogar es tratar de que los alumnos nos pregunten todo lo que no entienden, hasta lo más obvio. Pues las preguntas tontas son las mejores, pues una pregunta tonta es una pregunta que pone en cuestión cosas aparentemente obvias. E invitarlos a que pregunten todo cuanto piensen… que se tomen su tiempo, pues están en el acto de meditar, que es estar en el medio, medio a medio, a medio de qué… de nosotros mismos cuando nos las habemos con el ser, tocándolo, amándolo, centrándolos en él.
Todo eso se enseña, pero se enseña a hacerlo, medio a medio; y eso ningún libro lo enseña, sólo se aprende a través del tiempo y la experiencia.
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Buen tema propio, eso es lo

Buen tema propio, eso es lo mejor.
La mano. Esa misma que transforma en bendito a un Ser o la que termina por hacerlo polvo. La que nos empuja a la cima o a la sima. Esa empecinada graciosa que nunca da nada por terminado.
Buen tema