"No sé nada del partido ni del candidato, pero igual voy a votar por él, porqué está bieeeen bueno".
Esa fue la respuesta que recibió mi hermana de una de sus amigas, cuando comentaban sobre sus preferencias electorales en las últimas elecciones parlamentarias en el país.
Risible por decir lo menos, pero no poco iluminador de las consideraciones que influyen en la percepción de muchas personas, a la hora de evaluar los méritos personales.
Sin embargo, una motivación tan absurda al momento de elegir a un parlamentario o incluso a un presidente, no es en absoluto un fenómeno aislado.

Por lo menos ésa es la conclusión a la que se llega, si tomamos en cuenta los resultados arrojados por un amplio estudio realizado por el Instituto Ratio de Estocolmo de Suecia, a fines del año 2006.
Aún cuando en Chile siempre hemos intuído que "la buena pinta" ayuda a hacer más fácil la vida para “los afortunados”, no deja de llamar la atención (y desilusionar) que sin importar el nivel económico, educacional, cultural y social; son muchos los que en este mundo deben aceptar como una realidad, esta injusta y poco racional tendencia a premiar lo meramente superficial.
En este contexto, el trabajo de investigación llevado a cabo por el Instituto Ratio, titulado: "Como tiene que verse un ganador"(1), reafirma no sólo la idea de que la apariencia física influye en la capacida de sumar votos de quienes se exponen al escrutinio del electorado, sino también en el grado de dificultad (o facilidad) con el que las personas sortean prácticamente todas las instancias de las relaciones sociales.
Se ha documentado además que “la gente bonita”, gana en promedio hasta un 15% más de sueldo que la gente de apariencia física “normal”(2). Es más, el beneficio de verse bien, se extendería hasta la forma de ser evaluado en cuanto a cualidades que requieren muchísimo más tiempo de establecer con precisión; como es la calidad humana de un individuo.
La tendencia en este caso, es creer que la gente bonita son mejores personas, idea que se traduce en el recibimiento de un mejor trato social en todos los ámbitos, y en la facilidad de hacer “amigos”.
Por supuesto que no es ningún misterio que la farándula chilena y el status social que se genera a partir del interés público que este estilo de vida despierta, giran en torno a estas percepciones tan poco substanciales y discriminantes.
Pero se puede afirmar que parte de la clase política chilena no se ha beneficiado de esta lamentable realidad?
En este sentido baste recordar las quejas “de nerviosismo” del candidato a senador de la UDI, Pablo Longueira, sobre la estrategia de su contrincante dentro del pacto, Lily Perez, de resaltar más que nunca su reconocida buena apariencia durante la última campaña, (por supuesto una estrategía que él también debe haber usado, pero no con los mismos resultados). Longueira ganó de todas maneras.
De igual forma recuerdo a un notoriamente delgado Joaquín Lavín durante la apretada campaña presidencial contra Lagos el año 1999-2000.
El mismo comentario que dio inicio a este artículo, también fue posible escucharlo en más de una oportunidad, por quienes realizaron actividades puerta a puerta durante esa intensa campaña electoral.
A pesar de lo anterior, es necesario tener presente que en la política, tarde o temprano, termina por imponerse lo substancial, (aunque el daño ya esté hecho).
Entonces por mucho que una buena apariencia ayude inicialmente, no impedirá una desilusión masiva, al momento de quedar expuesta una falta notoria de cualidades importantes a la hora de tomar decisiones, y dar soluciones a los diversos problemas sociales.
De todas maneras cuando los candidatos no son muy conocidos por la gente, no debemos menospreciar el impacto poco digno, para quienes eligen y quienes compiten, que lo físico y netamente superficial puede alcanzar.
Las buenas noticias para los chilenos es que hasta este momento, a nivel presidencial, aún podemos seguir con la conciencia tranquila.
Opino lo anterior, porque a la hora de elegir a nuestros presidentes, nadie podría afirmar con seriedad que desde el retorno a la democracia, los resultados podrían haber sido influenciados por una consideración tan despreciativa de la capacidad humana de criticar y razonar; “la pinta del candidato(a)”.

(1)Instituto Ratio, Suecia.
(2)Diario danés “Dato” del día miércoles 24 de enero, 2007.