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Encuesta CASEN y la pobreza de Bachelet

15 Julio 2010
El aumento de los índices de pobreza es una señal de alerta que no nos debe dejar indiferentes, ni hacernos detener en las justificaciones, perdiendo tiempo valioso en encontrar razones y buscar soluciones. Por Juan José Alfaro.
Juan José Alfaro >
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Más allá de las sonrisas, más allá de la popularidad, lo que desnuda a un gobierno son los resultados tangibles, y el gobierno de Bachelet pasará a la historia como el primero desde el retorno a la democracia que fue incapaz de bajar la pobreza. Por el contrario, la subió. 355 mil chilenos volvieron o entraron en tal condición.

Suena curioso ante la luz de las cifras ver la concordancia entre gasto social y disminución de la pobreza, la asimetría de los logros deja en claro que, o bien los recursos no llegaron a quienes realmente lo necesitan o la burocracia del efectismo le ganó la batalla a la eficacia, haciendo pagar a los más desprotegidos el precio de una política errada.

La pobreza no tiene militancia, tiene rostros, la pobreza es patrimonio de nuestros propios errores, de la soberbia de pensar que la preocupación y la búsqueda de soluciones es resorte exclusivo de un sector político, el antagonismo trasnochado sólo rinde frutos no buscados, como es crecer en índices que nos llenan de vergüenza.

Las justificaciones para tales cifras serán tan abundantes como el fracaso conseguido, que cambió la metodología, que la crisis, que esto, que lo otro, cuando lo significativo de esta dolorosa realidad es que pese a la mayor inversión social de los últimos 20 años, la pobreza viene en alza.

El único instrumento eficaz de movilidad social es la educación, mientras ella siga estancada, amarrada al conservadurismo de quienes se declaran liberales, la pobreza seguirá un escalada alcista con deterioros progresivos de la calidad de vida de los chilenos que luchan a diario por subsistir.

La inequidad no se termina certificándola cada año, tampoco disminuye usándola en los discursos de la clase política, la inequidad pasará a ser equidad el día en que la política pública se deshaga de uno de sus mayores dogmas: la mezquindad.

Las sociedades que han superado en forma significativa el flagelo de la pobreza no han recurrido a recetas mágicas, sino a una simple decisión, educar a su población, pero no conformándose con la cobertura como ocurre en nuestro país, sino que entregando una formación que dote a sus ciudadanos de las herramientas necesarias para crear progreso. Hasta ahora nuestro país se ha conformado con desaparecer el nivel más básico de nuestra ignorancia.

El camino hasta ahora no ha sido del todo errado, nobleza obliga a reconocer algunos avances, aún insuficientes pero correctos, el desafío que tenemos por delante es hacer de lo correcto, lo trascendente, sin cambios estructurales en nuestra realidad social, la curva de superación de la pobreza seguirá un zigzagueante devenir.

Oficialismo-oposición no deberían ser los ejes de una sistemática disputa, Chile no progresa restando esfuerzos, la única sistematización que debería ocuparnos es una educación de calidad que nos haga superar la pobreza.

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