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Que de la mano de Almandoz…

22 Octubre 2015

Aún es temprano para completar la frase, pero el estilo “Coio” comienza a dar frutos después de tiempos de una franciscana propuesta futbolística.

Juan José Alfaro >
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“Estos puntos los necesitábamos como el agua”, dijo el técnico talquino consumado el segundo triunfo desde su llegada al club, seis puntos que llegaron en cuatro días, luego de una larga sequía que había rodado con las esperanzas cuesta abajo del Cerro La Virgen.

Héctor Almandoz asumió en Rangers su primera experiencia como técnico de un primer equipo, desconocido para la mayoría de los talquinos, llegó al club con un discurso que prescindía de los eufemismos propios de un comenzar, más bien puso los pies en el pasto, para hacernos creer que era posible colarse en la redirección de una campaña que apostaba a la cima y nos reunía domingo a domingo en el fango.

El debut fue una develación de su baraja, no había as bajo la manga, más bien una apuesta por el arco contrario. Se corrían riesgos, pero la verticalidad entusiasmaba a quienes habían perdido el gusto por el vértigo, relegados por el desorden de la improvisación. La intensidad de la propuesta le restó dos puntos al estreno, raya para la suma, había más sustancia que justificaciones inoficiosas.

La visita a La Serena fue un aprendizaje, un tropiezo impropio, una fuga de goles que rozaba el masoquismo, Rangers protagonizaba un partido que pasaba a perder de manera increíble, una derrota que hacía tambalear el naciente modelo por falta de instinto asesino.

Hasta que llegaron  los triunfos merced a una cuota de pragmatismo agregada al método original, Rangers no exhibió el fútbol más aplaudido por los forofos, pero a diferencia del trago amargo papayero, fue efectivo y marcó cuando debía. Son seis puntos de una semana que debe terminar en nueve, porque el cuadro rojinegro es capaz de eso y más.

La deuda de la era Almandoz está en la última etapa de la fase ofensiva, esa que marca la diferencia entre un equipo que alcanza objetivos y otro que sustituye los mismos por explicaciones. El metro final no debe transformarse en una línea de 11 dispuesta como murallón en el arco rival, si repites mil veces un error te convences de que no eres capaz, si una sola vez abrazas la convicción todo lo que viene es ganancia.

Me gustaría afirmar que de la mano de Almandoz daremos la vuelta, pero mi convencimiento no juega, el único que pueda marcar la diferencia es el de aquel grupo de seres humanos que representan la ilusión de una ciudad, si ellos creen, el resto seremos felices.

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