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Schäfer y los Crímenes de Dignidad
12 Enero 2008
Haciendo memoria...
Gabriel Rodríguez >
authenticated user CorresponsalConversé con Hernán Sarmiento Savater, seguramente pocos meses antes de su desaparición en Colonia Dignidad. Nos encontramos en Santiago en el departamento de una tía para conversar de sus inquietudes sobre lo que pasaba en Chile. Esa última conversación no se borrará nunca de mi memoria. El vestía buzo deportivo y llevaba barba. No recuerdo que acordamos, pero fue una despedida llena de esperanza en el futuro.
Con Juan Maino charlamos un par de veces. Amigo entrañable de mi amiga Gloria, llegaba sonriente en su citroneta para desaparecer por el Parque Forestal con su eterna sonrisa.
La citroneta de Juan fue encontrada treinta años después a varios metros de profundidad en la cancha de aterrizaje de Colonia Dignidad. Había desaparecido como tantos jóvenes en esos años. Los servicios secretos de la represión lo enviaron al peor de los destinos: la cárcel-colonia de un pedófilo predicador llamado Paul Schäfer. Hernán había corrido la misma suerte.
Mi amiga Adriana fue arrastrada desde su casa hasta los sótanos de la entidad de beneficencia y sometida a apremios durante 24 días.
Centenares de chilenos sufrieron la misma suerte. El testimonio de los sobrevivientes y el de los niños abusados por Schäfer han permitido la investigación de los crímenes y lamentablemente solo en algunos casos, la sanción a los culpables.
La secta de Schäfer constituye la organización criminal más poderosa del siglo XX en Chile. Llegan desde Alemania huyendo de la justicia que investiga a su líder por actividades pedófilas. Acá disfraza sus perversiones con la mascarada de la beneficencia tras la cual monta un suculento negocio de fabricación y tráfico de armas. Durante más de treinta años explota a los colonos con jornadas laborales extenuantes si pagarles ni seguridad social, ni salarios. A los rebeldes los somete con sicotrópicos o electrock. Unos pocos logran huir a pesar de los censores. En 1978 la dictadura ordena la operación “retiro de televisores”, es decir hacer desaparecer los cuerpos de los asesinados. Los queman con fósforo químico y los arrojan al río Perquilauquén.
Seguramente Hernán y Juan se hermanaron en las aguas del noble río.
Los que quedamos no podemos callar. Los crímenes de Dignidad deben ser conocidos por las nuevas generaciones si queremos estar seguros que la historia no se repetirá. Por eso escribí el libro “Schäfer y los Crímenes de Dignidad”.
Foto/ rbrands