Felices 113 años Rangers de Talca

02 Noviembre 2015

41 273 días de pasión y fútbol celebra el rojinegro, una larga historia teñida de la mejor coincidencia talquina.

Juan José Alfaro >
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Dentro de las cavilaciones que se cuelan en la sobremesa de una derrota surge un espontáneo delirio, ¡¿en qué estaba pensando cuándo me hice hincha de Rangers?! Lo cierto es que no recuerdo si fue una decisión, la experiencia me ha enseñado a interpretar que amar a Rangers es amar tus orígenes, es reconocerte en las venas de tu pasado, y en cuanto soliloquio sentado en un bar de penas, aunque algo de “masoquismo” debe haber en las pisadas que me conducen domingo a domingo hasta El Fiscal.

¡Siempre el pasto de los equipos capitalinos es más verde!, murmuramos entre dientes mientras intentamos rasguñarle parte de esa omnipresencia todopoderosa que nos ha privado de nuestra primera estrella. Una lucha de titanes entre mapochinos y rioclarences, o mejor dicho, entre piducanos y el resto de ese puto mundo que algún día tendremos bajos nuestros pies, y no sobre nuestro hombros como ha sido en estos 113 años.

Rangers es romanticismo puro, tiene más canas que victorias, pero ninguna se ha ganado por desgano; nunca intentamos teñirlas, al menos desde el lado de los hinchas, porque nos recuerdan que somos viejos, tan viejos como nuestros abuelos que fueron los primeros socios, y que luego vinieron nuestros padres, como  nos recuerda nuestra himno, tan viejo como el sueño acuñado en cada nueva temporada.

Las arrugas le sientan bien al rojinegro, no tanto así las arrugas del corazón cuando nos toca navegar con viento en contra, tsunami y tormenta en nuestro bote a remos, pero pese a todo seguimos llegando a puerto, a calzarnos la camiseta más hermosa del mundo, según una encuesta que se hizo en Talca, como me replicaba un amigo que intentaba jalar de mi orgullo. Seguimos esperanzados en que a la semana siguiente los dioses del fútbol  y de las causas perdidas nos regalen la mejor racha de nuestra historia, y les podamos contar a nuestros nietos que vimos en vivo y entre lágrimas la primera consagración.

Rangers es el apellido de una familia muy numerosa, algo disfuncional a ratos, pero finalmente entrañable. Somos una casta sin título nobiliario, ni de los otros dirán los envidiosos de siempre, pero que importa, si vivir 113 años es ganarle a varias decisiones erradas, es hacerle frente a una quiebra y ponernos de pie con más cintura que el mejor de los creadores, es mirar ese álbum familiar con tantos piducanos capaces de formar varios onces, en resumen Rangers es Talca, y un poquito más.

De rojo y negro andamos por la vida, por esas calles de números y puntos cardinales, con una erre en el pecho en medio de barras horizontales o verticales, a la caza de un sueño rebelde, contumaz, pero irrenunciable, porque somos fieles a este amor centenario, tan propio de esa gente bien inspirada, que nos pusieron aquí para defender esta cruzada que se llama Rangers de Talca, tu club, mi club, nuestra “pequeña gran tajada” de historia.