Forestación amenazada

Forestación amenazada

01 Noviembre 2015

En un escenario donde se aprecia una polémica irracional y descalificadora, a ratos con violencia argumental, nada bueno puede surgir como política pública forestal

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Por Julio Torres, Secretario Ejecutivo Colegio de Ingenieros Forestales de Chile, CIFAG.

La extensión del fomento forestal que se tramita en el Congreso desde el mes de mayo, vive un escenario extremadamente complejo. Tras su aprobación en la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados, han surgido críticas de diversas organizaciones, principalmente aquellos que se autodenominan defensores del medio ambiente, pero también de representantes políticos, que repiten sistemáticamente que las plantaciones forestales con especies exóticas son negativas para el desarrollo del país y además culpables de una serie de males sociales y ambientales, representando un modelo extractivista de los recursos naturales del país. 

Estos grupos han actualizado convenientemente su discurso para atraer la atención de la ciudadanía, incorporando el financiamiento irregular de la política y una serie de otros temas económicos y culturales; para criticar, con un estilo a ratos muy violento, a las plantaciones forestales; especialmente a través de las redes sociales. 

Para desgracia del sector forestal, esta postura ciega a todo razonamiento y evidencia empírica ha influido en personeros de gobierno y al poder legislativo, que aceptan sin cuestionamientos y como doctrina de fe, opiniones sin fundamento sobre la plantación de especies como pino y eucalipto.

Lo peor es que, aunque se apruebe esta prórroga, es poco probable que en los próximos tres años veamos cifras de forestación significativas en el país. El impulso forestador se ha perdido en estos tres años sin bonificaciones (2013-2015) y reactivar este ritmo no se logra de la noche a la mañana. 

Más aún, ya existe un daño y es permanente. Se ha instalado en parte importante de la ciudadanía y también entre autoridades y legisladores, la idea de que plantar es malo o, al menos, plantar especies exóticas con fines productivos. Quizás sea la más dolorosa derrota para el “País forestal” que pretendemos ser. 

Esta derrota, sin embargo, es vista como una victoria por estos grupos de presión  detractores de las plantaciones. Su aspiración es un nuevo fomento forestal con especies nativas, idea muy atractiva, pero inviable técnicamente en los suelos desnudos y degradados disponibles que en su mayoría pertenecen a pequeños y medianos propietarios. Son ellos y no las grandes empresas, los principales afectados por la ausencia de fomento, ya que sin el subsidio del Estado no pueden plantar.

Lo paradojal es que la eventual derrota de las plantaciones es también la derrota del bosque nativo. Las plantaciones forestales son necesarias. Proveen bienes y servicios que la Humanidad requiere en forma creciente. Las plantaciones son la principal estrategia no sólo en Chile, sino en el planeta, para reducir la presión sobre los bosques naturales. Pero esto no lo dicen los detractores. Pareciera que observan el problema desde afuera y que no son consumidores de madera o de papel y otros productos del bosque.

También se omite el rol de la agricultura. Históricamente ha sido la principal causa de la deforestación mundial y seguirá siendo en el futuro la principal amenaza a la conservación de los bosques. La creciente demanda de alimentos de una población que aumenta en número y esperanza de vida, amenaza la existencia de los bosques naturales, especialmente en países con una institucionalidad forestal débil. Pretender que este es un tema que se reduce a dos variables: plantaciones y bosque nativo, es desinformar. La buena nueva es que tanto desde la agricultura como desde las plantaciones forestales, la sustitución del bosque nativo en Chile está controlada.

En un escenario donde se aprecia una polémica irracional y descalificadora, a ratos con violencia argumental, nada bueno puede surgir como política pública forestal. Perderán, como siempre, los miles de pequeños propietarios con escasos recursos, que requieren la ayuda subsidiaria del Estado y que miran desde fuera un debate que no los considera, pero que sí los afecta.