Elecciones desde Washington DC

Elecciones desde Washington DC

17 Enero 2006
Mientras los chilenos eligen a su Presidente, a nosotros no nos queda más que juntarnos y seguir la elección por televisión.
Sebastián J. Ec... >
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En el mundo viven 16.002.216 chilenos y 875.781 de ellos vivimos en el extranjero. Sea por razones laborales, familiares o políticas, temporales o permanentes, este último domingo lo vivimos marginados. Como sino existieran los medios tecnológicos para garantizar transparencia y eficiencia en una votación a distancia, no nos quedó más que conformarnos y juntarnos para seguir la elección por televisión.


Ya lo viví para el 18 de septiembre, en la ciudad de Nueva York, cuando un millar de chilenos residentes en toda el área noreste de Estados Unidos, nos reunimos para comer empanadas, tomar chicha y bailar cueca. Era evidente que la nacionalidad no es una mera relación política entre una persona y un Estado, sino una relación sentimental donde el amor por Chile se traduce en idioma, en costumbres, en comunidades muy concientes de su patria.


El discurso que el Presidente Lagos dirigió a los chilenos residentes en el extranjero –leído entonces por el cónsul general de Chile en Nueva York, Benjamín Concha–, destacó los dos artículos que reconocen la nacionalidad chilena a los hijos de chilenos nacidos en el extranjero y también reconoció como tarea pendiente el derecho a voto de estos ciudadanos.


El domingo 15 de enero este atentado contra los derechos ciudadanos nos excluyó de la decisión más importante que ejerce la ciudadanía: la elección del líder máximo de la nación; cuando sólo 485.244 votos separaron a Michelle Bachelet de Sebastián Piñera, cerca de la mitad de los marginados por la ley electoral.


A pesar de todo, la pasión ciudadana se desborda en una fecha como ayer. No todos los días podemos decidir directamente qué queremos para nuestro país. Así que en lugar de quedarme sintonizando radios nacionales y siguiendo las elecciones por internet en la más fría soledad, partí a Washington DC a pasar el fin de semana eleccionario con otros chilenos que, como yo, no podíamos sino ser espectadores pasivos de la elección.


Éramos un grupo más bien homogéneo, todos teníamos una favorita y estábamos confiados de su triunfo. La casa se vistió de fiesta: banderas chilenas al por doquier; globos rojos, azules y blancos; vino chileno y lomitos, sí, con palta. La señal internacional de TVN sintonizada, varias cajetillas de cigarrillos y una chimenea prendida.


Las historias abundaban. Cada uno contaba cuántas elecciones se había perdido, cómo celebraron el triunfo del No en la plaza de armas de Bruselas, cómo consideraron viajar a Chile para votar y la economía no lo permitió, cómo fue mi marido, pero los niños no podían perder clases. Voces y risas que callaron en el instante en que el Subsecretario del Interior, Jorge Correa, se vio en el podio para dar el primer cómputo a las 16.30 horas locales: con el 60% de las mesas escrutadas, la tendencia daba por ganadora a Michelle Bachelet.


Una contenida alegría inundó la habitación. Levantamos los brazos, nos abrazamos y sonreímos, pero no gritamos ni salimos a la calle a celebrar. Hicimos todas las llamadas a Chile que pudimos, nos peleábamos el computador para entrar a MSN y conversar con alguien que estuviese allá. El deseo más urgente era estar en Chile, ser parte de la fiesta de la democracia. La injusta condición de espectadores nos cohibió. Personalmente, no me sentí parte del equipo, ni siquiera me sentí en la banca, era como si hubiese perdido la confianza del entrenador y mirara el partido desde las gradas.


“Iniciamos nuestras celebraciones nacionales con una patria más grande, más unida, más prestigiosa, reconocida en el mundo; una patria que recuerda con orgullo su pasado y construye entusiasta su porvenir; una patria que termina de reencontrarse con su tradición histórica, donde todos sus hijos pueden abrazarse, donde todos podemos mirarnos a los ojos con respeto; sin privilegios inaceptables, sin subordinaciones indignas, sin exclusiones vergonzantes.” Así dijo el Presidente Lagos cuando promulgó en nuevo texto constitucional. Yo creo que en esta crónica, hay una gran tarea pendiente. Una gran tarea, muy fácil de remedar.