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La dicotomía de los impuestos en Chile

08 Marzo 2012

La innovación tributaria debe tener en consideración, una reforma a la carga y por sobre todo; una mayor transparencia en el destino al que llegan los impuestos de cada región de nuestro país.

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Advertencia: al terminar de leer esta lectura, las palabras se las pudo haber llevado el viento. Los impuestos son el dolor de cabeza de los gobiernos (y la ciudadanía).

Tengo la mala costumbre, de empezar todo lo que escribo por el final; y ésta no será excepción.  La innovación tributaria debe tener en consideración, una reforma a la carga y por sobre todo; una mayor transparencia en el destino al que llegan los impuestos de cada región de nuestro país. No sólo de la RM o los estudiantes, sino además, una innovación a todo el sistema tributario.

Pero, ¿Cuáles son los problemas del sistema impositivo chileno? ¿O su modificación sólo es un “capricho” de la ciudadanía? Despejemos dudas.

Retrocedamos el tiempo. Recordemos que en la campaña de Sebastián Piñera del año 2009, no figuraba dentro de sus promesas de campaña, una modificación (ni menos una revisión) al sistema administrativo de recaudación impositivo chileno. ¿Por qué? Simple: no le convenía en aquél momento abrir el debate. ¿Cuándo debía abrir la discusión? Si fuera posible, no bajo su Gobierno.  Los estudiantes lograron, a duras penas, entablar una “conciencia tributaria” en especial en la clase media. Además un compromiso de gobierno, en Abril del presente año, enviar al Congreso una propuesta de innovación tributaria.

¿Qué podemos esperar de esa propuesta? No mucho. Las políticas de este Gobierno (y la concertación no se salva) en materia económica son continuistas. Nada nuevo bajo el sol.

¿Cuáles son los impuestos que afectan directa o indirectamente a la clase media? El impuesto directo a las personas, el “maldito” impuesto a los combustibles, el impuesto al crédito o el impuesto de timbres y estampillas, impuesto a la herencia, por nombrar algunos.

¿Qué tan factible es una innovación tributaria? El sistema tributario chileno está pensado para favorecer a las elites. Gran descubrimiento.

Se requiere hacer la definición de para qué quiero la reforma tributaria. Si la reforma tributaria tiene por objeto darles más recursos a las personas, revisar el IVA y la posibilidad de bajarlo, es una opción que se puede analizar. 

Vamos  a la letra chica.

El sistema tributario chileno es inequitativo, ineficiente e insuficiente. Los niveles de desigualdad tributaria son “vergonzosos”, por dar un adjetivo. La carga tributaria entre clases es una de las más desiguales en el mundo. Y para qué hablar de las diferencias en la carga tributaria de la pequeña, mediana y gran empresa.

Ni hablar de las carencias en salud pública, en la vivienda o jubilaciones.

No daré cifras, no quiero ser responsable de suicidios colectivos.

La letra chica es que los chilenos se dieron cuenta que la concertación es mas de derecha que la derecha.

Para la oposición, letra chica es todo aquello que nunca estuvo dispuesta a hacer en 20 años de Gobierno,  y que ahora exige que se haga efectivamente.

La clase media sólo quiere que el sueldo a fin de mes  alcance, en la medida de lo posible, para suplir la mayor cantidad de necesidades del día a día. La clase media tiene en su mente una cosa: la disminución del IVA a los combustibles. ¿Es factible? Volveré sobre este punto más adelante.

El reporte de la OCDE 2012 le sugiere a nuestro país modificar lo que los estudiantes con carteles en mano el año pasado: un mayor financiamiento del gasto público.

Administrativamente, nuestro sistema de impuestos es muy eficiente. Una de las tantas letras chicas, es que ciertos combustibles para uso industrial no llevan carga tributaria, por consiguiente, para inclinar la balanza en recolección de IVA se deben cargar las bencinas más consumidas: las de uso doméstico y transporte.  ¿Contradictorio? Hasta cierto punto.

Y aquí vuelvo al punto que dejamos pendiente. ¿Es factible la eliminación del impuesto específico de los combustibles? ¿Si fuera así; sólo para Santiago, o todo Chile?

Volvamos a la letra chica.

La tasa del impuesto es de 1,5 UTM por metro cúbico para el petróleo diesel y de 6 UTM por metro cúbico para la gasolina automotriz; las cuales se modificarán sumando o restando, un componente variable determinado para cada uno de los combustibles señalados.[1]

Si esos valores los multiplicamos por toda la cantidad de vehículos, para no ser exagerados, sólo en la RM, es una cantidad no menor.

La letra chica, es que el Estado puede financiar este impuesto. El problema, es que no se sabe por cuánto tiempo.  Disminuir éste UTM es posible.

Bajar el impuesto a los combustibles es una idea populista, pero que la derecha divaga en ideas hace unos años. La concertación sólo debe sentarse a negociar entre ellos.

Al gobierno de los mejores no le conviene hacer oídos sordos frente a las demandas tributarias de la nación. Puede  perfectamente hacer las innovaciones que se le están exigiendo.

Por otro lado, soy partidario de una simplificando a la gestión tributaria de las pequeñas y medianas empresas por la vía de facilitar y hacer más grande el incentivo a la reinversión de las utilidades sin una carga tributaria tan alta como las grandes empresas. 

Un alivio para la clase media, inminentemente se reflejará en las urnas presidenciales.

FOTO: http://www.chilecont.cl/

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