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Lectura voraz: dos miradas de espaldas a la ciudad

07 Mayo 2021
Bullying, amores incompletos, magia y sueños de trigales y culebras se enredan en la vida de Cintia, que avanza frágil y firme entre el paso del polvo y de la lluvia, de higueras que reviven y de disparos de escopeta contra las sombras.
Daniel Carrillo >
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Literatura, Lectura

Tanto Crin (Overol, 2021), de Rodolfo Reyes Macaya (Punta Arenas, 1988), como La muerte viene estilando (La Pollera, 2021), de Andrés Montero (Santiago, 1990), respiran un aire común. Se alejan de la urbe y se nutren de lo rural no sólo como escenario o decorado, sino como universo que abarca tanto lo que se dice como lo que se calla, lo que se cree, lo que se duda y lo que se sueña.
En Crin, breve e intensa novela de 86 páginas, su protagonista, Cintia, parece no poder desatar el pesado nudo que la ata a Lemucuyén (bosque o monte arenoso, en mapudungún), un poblado costero del centro de Chile, donde la acompañan Juan, su padre –conocido como el Rabanito, por un supuesto pasado militante-; el Negro, un amigo de éste que instala una sospecha de ambigüedad sexual; y Danilo, su hermano, que nació enfermo y con “ojos de lagartija”, siendo sanado por Mirta, una curandera de la localidad. La madre ausente también es un fantasma que ronda, más como una brisa de nostalgia que como una cuchillada que sangra. 
Bullying, amores incompletos, magia y sueños de trigales y culebras se enredan en la vida de Cintia, que avanza frágil y firme entre el paso del polvo y de la lluvia, de higueras que reviven y de disparos de escopeta contra las sombras. 
Crin es la primera novela de Reyes, quien ha publicado cuatro poemarios, lo que se transluce también en el lenguaje cuidado y sugerente de esta narración, donde lo enigmático descansa en cada línea. Sin embargo, no se trata de una propuesta netamente contemplativa, sino que a ratos los acontecimientos incluso se suceden a un ritmo vertiginoso.
En La muerte viene estilando, el punto de partida lo da directamente una fuga desde la ciudad y su agobio civilizatorio hacia el territorio desconocido y mágico de la ruralidad. Un empleado se ofrece a recoger en el aeropuerto, en el automóvil del jefe, a un socio extranjero de la empresa en que trabaja. Sin embargo, se desvía y sigue hacia el sur hasta quedar sin combustible. Deja el vehículo tirado en un camino de piedra y tierra y comienza a caminar en la oscuridad, bajo una intensa lluvia. Llega a una casa en donde se realiza el velorio de una joven. Él, que había esbozado el deseo de otro futuro y de ser otro, es confundido justamente con otra persona -¿o quizás no?-, entrando así en una historia de espejos y leyendas en donde se cruzará con su propio pasado.
Novela corta (129 páginas) dividida en seis partes que, sin embargo, funcionan igualmente como relatos en forma independiente, La muerte viene estilando invita a sumergirse en un mundo que a ratos se acerca a lo fantástico, envuelto por resabios de sabiduría y poesía popular. A ello se suman crímenes, duelos en la oscuridad y secretas genealogías.
Al igual que en Crin, los sueños y los poderes mágicos y de adivinación también se hacen presentes en algunos personajes, moviéndose, además, entre un presente donde la ciudad es el sitio del extrañamiento, y un pretérito donde el campo, bárbaro y salvaje, por maldición o por fortuna, es en realidad el único hogar posible. 

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