Cartas a un extraño: El sueño y la paradoja

Cartas a un extraño: El sueño y la paradoja

06 Octubre 2020

Al ser profesor tenía la experiencia de otros, tenía sus vivencias, la confianza de mis estudiantes y de sus familias, ellos me permitieron aprender todo lo que yo no podía vivir o aún no he vivido. En lo que nunca quise, encontré lo que necesitaba para lograr lo que añoré siempre.

Carlos Castillo Díaz >
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Un amigo me mencionaba que quizás todo lo que había vivido y pasado hasta ahora, serían la fuente de inspiración para lograr lo que quiero y con lo que he soñado durante tanto tiempo… ser escritor.

Pensé que era un buen consejo, principalmente porque les estoy contando el final de una historia que aún no tiene comienzo, esta es, la historia de un sueño y la paradoja.

Si tuviera que hablar del principio, quizás caiga en la fascinación de mi ego por hablar de mí, hecho que me ha servido incontables veces para hacer reír al resto y que me ha condenado otras tanto por hablar demás, seguramente si estás leyendo esto y hablas mucho, no tendré que dar más explicaciones de este caso.

En un principio, siendo solo un niño entre 7 a 9 años (no lo recuerdo muy bien) le dije a mi familia que me gustaría ser escritor, pero uno de mis tíos me dijo que no podía, “ser escritor es para gente con experiencia y tú no tienes, ningún joven la tiene, no hay escritores jóvenes”. Recuerdo a la perfección esa frase, porque fue la forma en como el sueño de un niño fue sepultado sin compasión alguna. A veces no medimos nuestras palabras, y quizás no hay una mala intención de fondo, pero sin darnos cuenta, las palabras pesan, un simple comentario aniquiló mi sueño, que años más adelante surgiría producto de las mismas palabras, pero vendrían de otras personas.

Crecí olvidando lo que tenía en mente, y como todo adolescente solo aproveché mi juventud en sueños fugaces e inmaduros, entre ellos ser un exorcista, imaginando que mi carrera era el primer paso para ello (estudié pedagogía en Filosofía y Religión). Dejando las espadas de mi absurda lógica juvenil y tomando el rol de un docente, terminé mi carrera y comenzó la gran batalla… realizar clases.

A mis alumnos siempre les digo que no me gusta ser profesor, que no me veo 30 años haciendo esto, pero extrañamente, a ellos les agradan mis clases y me piden que resista un año más, “hasta que ellos se vayan”. Los menciono en este escrito, porque gracias a ellos, es que me di cuenta de muchos hechos que ignoré y olvidé en mi crecimiento. Preguntándoles sobre sus metas y sueños, uno de ellos me devolvió la pregunta y quedé en blanco. A mis 28 años, nunca había fabricado un sueño personal, todos eran producto de lo que mi familia y la sociedad querían de mí, pero nunca había fabricado mi propio sueño. Después de una pequeña crisis existencial, encontré el sueño de ser escritor escondido en el fondo de los miedos e inseguridades… y decidí que era hora de retomarlo.

Di, quizás, el paso más difícil: decidí hacer todo lo que esté en mis manos para lograrlo, comencé a escribir diversas historias que me he reservado como un tesoro, escribí estados en las redes sociales y poco a poco entendí incluso lo paradójica que es la vida.

No tenía experiencia, pero no era necesario, al ser profesor tenía la experiencia de otros, tenía sus vivencias, la confianza de mis estudiantes y de sus familias, ellos me permitieron aprender todo lo que yo no podía vivir o aún no he vivido. En lo que nunca quise, encontré lo que necesitaba para lograr lo que añoré siempre. Finalmente, llegó esta oportunidad.

No digo que los sueños se hacen realidad, digo que, si ya di el primer paso al decidirlo, definitivamente este es el segundo, el tercero, el cuarto… y quizás muchos más. Porque esta vez he decidido mostrarle al mundo, que voy a luchar por lo que quiero.

Este es comienzo y paradójicamente… lo estoy escribiendo al final.