Cartas a un extraño: Los pobres pobres

31 Diciembre 2020

El pobre pobre, es parte también de un acuerdo social. A pesar de lo difícil que es vivir su situación, a pesar de la serie de precariedades que existen, el pobre pobre lo distingue algo innato. El pobre pobre, sabe que lo es.

Carlos Castillo Díaz >
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Parece un error, parece que incluso colocar dos veces la misma palabra genera inmediatamente una situación de que algo no está bien, o que se desajusta a lo que consideramos como “correcto”. Pero el titulo de los “pobres pobres” es un título intencionado, que solo refleja cómo, en el mismo sistema, no tenemos cabida.

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En el ajetreo navideño y en el espíritu de compartir, los regalos siempre son un tema a nivel social, como lo es el hecho de estar en la familia. Independiente del punto de vista que podemos tener ante ello, sean necesarios o no, sean un gesto de cariño o producto de un sistema con pensamiento mercantil, los regalos son un presente y motivo de alegría para mi familia.

Me sentí desesperanzado, principalmente porque no tenía los recursos para comprar lo que quería para todos ellos, así que solo decidí obsequiar un presente. Caminaba con algunas bolsas de regalo, mientras el pensamiento me hundía en su abismo de quejas y reclamos por ser “pobre”, entonces pasaron dos cosas: En la otra vereda, una persona sacaba de la basura comida que la gente desechó, pero que para él eran un tesoro invaluable. Quité la mirada, porque comencé a sentir culpa de mi pensamiento y de mis quejas absurdas, dirigí mi vista al frente donde ocurrió el segundo hecho, como un karma instantáneo, otro hombre que venía con vestimentas propias del mundo de la construcción, vio mis regalos y su expresión de pesar hizo que fuera él quien apartara la mirada de mí, me convertí en un recordatorio doloroso, un recordatorio de lo que significa ser un pobre pobre.

Recuerdo a la gente cuando menciona que ser pobre es una elección, que quién quiere puede dejar de serlo, paradójicamente esa misma gente nunca fue pobre y nunca lo será. Quienes hemos tenido que vivir la pobreza de una u otra manera, es una experiencia amarga, pero que nos deja una enseñanza única: no subestimamos lo que tenemos y protegemos lo poco y nada que nos deja el sistema.

Los pobres pobres, son personas que deben esperar hasta tres horas en urgencia para ser atendidos, porque no tenemos médicos que nos atiendan de manera inmediata. Somos quienes de alguna manera tenemos que esforzarnos para llegar a fin de mes, quienes planificamos una vacación de un año a otro, para poder ahorrar lo suficiente y descansar, e incluso, algunos solo buscan una playa o un campo cerca para compartir, porque vacacionar, es un lujo, no una decisión. Somos los que dependemos de una beca para los estudios, porque nuestros padres no tuvieron los recursos para darnos una educación que no es un derecho, sino un privilegio. Somos los que debemos dejar de lado nuestras necesidades para comprarle al hijo lo que él si necesita. Los que prefieren el alimento por sobre cualquier otra necesidad. Los que sufrimos al llegar a una caja y que no nos alcance el saldo. Los que se alegran con la visita, pero lamentan no tener cómo recibirla, porque la comida estaba justa. Los que vivimos el frío, el hambre y las noches de desvelo que por diferentes razones nos atormentaron y dominaron nuestros días.  Los pobres pobres, somos los que según el sistema no existimos. Los que no aparecen en las encuestas, ni son contabilizados en los dígitos. Porque ser pobre es una cosa, pero dentro de esa misma pobreza, hay otra más. La del olvido, la que nos hace mirar al lado al vernos, la realidad que nos descoloca.

El pobre pobre, es parte también de un acuerdo social. A pesar de lo difícil que es vivir su situación, a pesar de la serie de precariedades que existen, el pobre pobre lo distingue algo innato. El pobre pobre, sabe que lo es.

Estando en urgencias acompañando a un amigo, pasamos cerca de 4 horas esperando para que lo atendieran, en ese intervalo de tiempo, vi a personas irse del lugar al no ser atendidos, a otros retorcerse de dolor, porque para todos ellos, solo había un solo doctor, el sistema no daba abasto para las necesidades y urgencias de todos. Eso mismo me hizo recordar el momento en que trabajé en un colegio católico, cada vez que se hacían “campañas solidarias” paradójicamente se hablaba de la gente pobre, como algo externo a ellos, como una realidad ajena. Realmente lo éramos, olvidados, dejados de lado e incluso ignorados, pero ante este lúgubre escenario, reflexioné sobre otros hechos: en una ocasión afuera de un supermercado, una persona en situación de calle, le pedía a la gente que le dieran comida, mi amiga que solo iba por pan y mantequilla, comenzó a sacar una serie de alimentos, que luego se los entregaría en una bolsa para él.

Recordé a otra amiga, que no solo ha rescatado perritos, si no que alimenta a los que llegan cerca de su casa subiendo incansablemente fotografías a sus redes sociales, por si alguien quiere ayudar o adoptar a otros. Cuando estaba en urgencias y mi amigo ingresó, luego de una hora, una señora que estaba con fuertes dolores en la espalda me preguntó si mi amigo estaba bien, ya que habíamos llegado casi al mismo tiempo y él aún no había salido, su preocupación en su situación me hizo entender todo. La persona que fue o es un pobre pobre, no quiere a otro en esa situación. No se queja, ni lo dice en voz alta. Solo actúa, sobrevive y apoya. Sabe lo que se siente, no necesita de campañas solidarias para ayudar, ni de la orden de alguien más, solo extiende su mano, porque el pobre pobre, no está solo. En el olvido, nos acompañamos los unos a los otros.

Lo único que puedo hacer por esos dos que me remecieron y que inspiraron este escrito, es recordarlos, inmortalizarlos en estas palabras para recordarle al mundo que existimos, que estamos aquí, recordarles el principio de una lucha tremenda, es gritar que somos una realidad incómoda, porque incluso los pobres pobres no tenemos derecho de expresarnos en una sociedad que nos llena de un extraño positivismo, de una sociedad que nos llama resentidos, en una sociedad dividida por el privilegio de algunos y las necesidades de muchos.

Hasta que el ver a otro no se convierta en una realidad incómoda o un recuerdo doloroso, sino en una sonrisa y en una mano extendida, porque lo único que no nos han quitado es nuestra humanidad.

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