Cambio Constitucional: ¿Quién controlará la elección de los constituyentes?

Cambio Constitucional: ¿Quién controlará la elección de los constituyentes?

30 Octubre 2020

No es que el resultado sea interpretable, sino que las reglas de juego elaboradas por los jefes de partidos el 15 de noviembre del 2019 hicieron que aunque algunas fuerzas políticas perdieran de forma aplastante el plebiscito, aquello no les impidiera controlar la convención constitucional.

Diego Montoya >
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El reciente plebiscito nos demostró de forma categórica que la opción apruebo aplastó porcentualmente a la opción rechazo. Sin embargo, ¿qué significa el resultado? Significa lo que cientos de chilenos creen: que de ahora en adelante se dejó atrás la constitución del dictador Pinochet y todos sus cómplices, que vamos a tener un país más justo e igualitario, que las tres comunas que votaron rechazo están a punto de perder sus privilegios, que cualquiera de nosotros podemos ser parte de la convención sin vender el alma al diablo, lamento decir, que todas las afirmaciones anteriores obedecen a un rotundo y verdadero, no.

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La tesis que me gustaría discutir en esta oportunidad, es demostrar porque en Chile no se cumple la regla general que dice, “si tú pierdes un juego tu oponente ganó y si tú ganas un juego tu oponente perdió”. El problema no es que el resultado sea interpretable, sino que las reglas de juego elaboradas por los jefes de partidos el 15 de noviembre del 2019, hicieron que, aunque algunas fuerzas políticas perdieran de forma aplastante el plebiscito, aquello no les impidiera controlar la convención constitucional.

En este contexto, la única actitud válida para el ciudadano común es informarse y responder la única pregunta que importa en estos momentos: ¿Cómo un/a independiente puede llegar a ser delegado constituyente? Lamento decir, que no es algo como que, si se desea y se tienen buenas ideas, en el SERVEL le vayan a decir adelante señor/a, inscríbase por acá, no. Para trabajar el tema, lo haré desde los requisitos formales y luego, de la dinámica del sistema político de elecciones que rige nuestra institucionalidad.

Desde la formalidad, se requiere un 0,4 % (hasta el momento, se está discutiendo en el parlamento la rebaja a un 0,2%) de las firmas de los electores que hubieren sufragado en el respectivo distrito electoral en la anterior elección de diputados de acuerdo con el escrutinio general realizado por el Tribunal Calificador de Elecciones, a esto, se suma que los postulantes deben competir con la billetera de los partidos políticos, en el plano de la publicidad y el control de los medios de comunicación. Pero lo que parece más grave es haber continuado con la lógica del sistema de la elección D´ Hondt: en simple, una fórmula matemática que permitirá determinar la asignación de los constituyentes de manera proporcional a los votos obtenidos mediante un sistema de listas, que impide que candidatos independientes con altas votaciones sean electos directamente, porque existen otros candidatos dependientes de un partido político que, aunque tengan menos votos serán arrastrados por la lista de la que forman parte. Vale decir, la proclama popular “no queremos siempre los mismos”, o “queremos una renovación total de toda la clase política”, hace aguas por donde se le mire. En definitiva, están dadas todas las condiciones formales y estructurales para que la convención constituyente, que tenía como lema central “100% electos por la ciudadanía”, sea por defecto controlada 100% por los partidos políticos, como lo es cualquier elección, no otorgándole una relevancia distinta al cambio constitucional.

A partir de esto, podríamos levantar varias hipótesis de cómo debieron canalizarse las demandas del estallido social, y en concreto, cómo debía llevarse a cabo un proceso de deliberación constitucional genuino y no de espaldas a la gente. Sin embargo, teniendo en cuenta los antecedentes anteriores, sabemos que la norma institucional pide ciudadanos ordenados, compuestos y agrupados bajo un estricto ordenamiento jurídico. El miedo y la desolación es un fantasma que ya no recorre Chile, cada vez el gobierno y su contraparte se sienten más tranquilos y conformes, tienen más clara la luz tras el túnel por el cual transitaron temiendo lo peor, saliendo casi puros y castos de lo fue el despertar de un gigante que de a poco se está volviendo a dormir sin recibir lo que realmente lo hizo despertar.

Creo que el camino de la ciudadanía y en especial de los independientes, es tratar en la medida de lo posible, jugar pensando que si pierden entonces ganaran, reunirse en listas como dicta la norma y esperar que el gigante –de una vez por todas- castigue a los de siempre y permita aparecer a los que nunca han podido hacerlo.

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