A esta revolución del bien común no hay que tenerle miedo

28 Julio 2020

Vivimos en esos momentos en que es preciso mirar más allá de los árboles y atisbar que se está enmedio de un proceso donde lo mejor está por venir.

José Sanfuentes >
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El Mercurio que, debe reconocerse, reúne mentes brillantes del conservadurismo, señala en su página editorial que “Urge al país salir de la situación en que se halla sumido”. Describe una inquietante situación de problemas largamente arrastrados y sin respuesta, desborde institucional, parlamentarismo de facto, elusión de los límites de la institucionalidad de un Congreso extraviado y otros sucesos como la instalación de la violencia física y verbal como actor político o el predominio de las emociones sobre el rigor. Interpela a la centroizquierda, a sus “técnicos más respetados” y “voces moderadas de la oposición”, imputándolos de haber sido anulados y avasallados por la ofensiva del Frente Amplio. Todo ello en virtud de la aprobación, por una amplia mayoría del Parlamento - para paliar la pandemia ante la lenidad gubernamental - del retiro del 10 % de los obligados ahorros en las AFP; entidades que inevitablemente, ojalá más temprano que tarde, serán reemplazadas por un sistema de seguridad social, como en todo país civilizado incluidos todos los capitalistas europeos.

El matutino tiene razón: “urge al país salir de la situación en que se halla sumido”, sólo que en una dirección distinta a la que promueve. Sí, el país requiere una sólida institucionalidad democrática, un Estado que garantice el orden público y la reconstrucción de la economía, como lo propone en la misma página editorial; pero ello supone que quien gobierna tenga legitimidad política, credibilidad y que atine con las urgencias del pueblo. Lamentablemente para Chile, el gobierno, la coalición y los grupos de poder que lo respaldan sólo insisten en atrincherarse en sus viejas concepciones y prácticas, que pueden terminar llevando al país al peor de los escenarios de confrontación, que la mayoría no desea pero que la testarudez puede precipitar.

Vivimos en esos momentos en que es preciso mirar más allá de los árboles y atisbar que se está en medio de un proceso donde lo mejor está por venir: una verdadera revolución del bien común, que permita a todos y todas, sin distinción, sentirse acogidos en su propia tierra, cualquiera sea su condición, comprometidos con sostener juntos este hogar en que todos y todas cabemos.

A esta revolución del bien común, que muchos anhelan con esperanza y otros tantos perciben como inevitable, no hay que tenerle miedo. Está preñada de democracia y libertad, de igualdad y solidaridad. Los cambios que advienen llevarán a Chile a un nuevo lugar basado en un mínimo civilizatorio, que comprometa el deber de todos y todas a cuidarlo, y que garantice el derecho a una vida digna. Esta será la línea divisoria que se expresará tanto en el debate constitucional como en los debates programáticos en las próximas elecciones de municipios, parlamento y Presidente. El camino para superar la crisis institucional, para aplacar las tentaciones de la violencia, para un crecimiento económico con prosperidad universal es ponernos manos a la obra en el mejoramiento sustancial de las pensiones y la salud, de la educación y la cultura, hasta constituir un fuerte Estado de bienestar; en el reconocimiento de una nueva presencia de la mujer, las disidencias y los pueblos originarios en la vida nacional; y en la democratización de una economía de mercado que se proteja de los abusos oligopólicos rentistas y que, con un impulso público-privado, se oriente a la modernización radical de su matriz productiva acorde a la emergente sociedad del conocimiento, de las nuevas tecnologías y del respeto al medio ambiente.