La institución desbordada: ¿Quién es un peligro para la Sociedad?

La institución desbordada: ¿Quién es un peligro para la Sociedad?

10 Febrero 2021

La vida de una persona no puede ser una trivialidad y menos estar en manos de personas descriteriadas, con pocos dedos de frente. Se nos ha transformado en un problema que carabineros esté a cargo de seres pusilánimes y desde la política hagan caso omiso.

Roberto Bravo >
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Cuando las partes en conflicto no razonan; prejuicios, temeridad y torpeza pasan a determinar, dando siempre el peor resultado.

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La muerte de Francisco Martínez en Panguipulli, da cuenta de aquello. La legítima defensa argüida por carabineros en respaldo al funcionario, contrasta con la de asesinato, para familiares y quienes han visto las imágenes. Si ese carabinero no sabe cómo reducir a un eventual agresor, solicite refuerzos, tiene varias opciones para manejar la situación y no oficiar de tiro loco. Quién abandona la escena, se hace cargo del crimen; este y otros elementos, tendrá que calibrar la justicia para dictaminar respecto de lo ocurrido.

Lo anterior contraría la realidad de un amigo, que tras un año de luchar contra el cáncer, se aferra a la vida y no claudica o de aquellos que han perdido la vida por el Covid y no han podido ser despedidos por sus familiares.

Reflexionaba un amigo respecto del Síndrome de Naufragio que afecta a personas que, metafóricamente, ni siquiera saben nadar. Personas que sienten que el prójimo no le es próximo y que la caridad comienza y termina en casa. La solidaridad y compromiso son un potente contrapunto al individualismo que campea en toda la cotidianeidad de nuestros actos, salvo, cuando estamos en problemas.

La vida de una persona no puede ser una trivialidad y menos estar en manos de personas descriteriadas, con pocos dedos de frente. Se nos ha transformado en un problema que carabineros esté a cargo de seres pusilánimes y desde la política hagan caso omiso.

Contrariando a Jacqueline, es su actividad la que se ha poblado de patipelados, mediocres y de unos cuantos corruptos, a los que la democracia les quedó grande. Pasará algo similar al estallido social, costará que los mediáticos y faranduleros den la cara; ante las cámaras harán diagnósticos y planteamientos, desentendiéndose de la pérdida que hicieron del único atributo que sostenía su dignidad, la credibilidad.

Ya salieron a decir, como tantas veces, que urge la reforma a carabineros, cuando la realidad dice lo contrario. La institución se cae a pedazos y a nadie le importa, como si esa anomia, fuese algo normal y no tuviese efectos en la sociedad.

Para los presidenciables -candidatos y disponibles-, el único programa válido será el que contenga la manida reforma; a falta de ideas y agotadas las promesas, ahí tienen para demostrar de que están hechos.

El control preventivo de identidad o detención por sospecha, corre el riesgo de ser aplicada desde la desconfianza, animosidad y prejuicio por funcionarios discretos, sin normas y expuestos al descontrol. Un ciudadano en cualquier circunstancia y/o acción puede ser una amenaza y el hostigamiento, la antesala de una muerte.

Quienes se dedican al malabarismo, pueden ser considerados un peligro para la sociedad, ya que sus artefactos, desde un balón a un machete de utilería, serían considerados, eventualmente, armas. Qué decir de quienes en la calle protestan, a riesgo de perder ojos o ser brutalmente agredidos, con cargo al derecho de expresar su malestar.

El gobierno tendrá que promover un acuerdo político que permita devolver la legitimidad a una institución desbordada. La percepción de que carabineros, aunque sean minoría, la constituyen ladrones y asesinos, es la que tiene que cambiar; de no hacerlo, los hechos nos llevaran a constatar que son efectivamente un peligro para la sociedad.

Sugiero, se interponga un recurso para establecer si representan o no el aludido peligro; que en las mañanas canten su himno, la ley espejo de nuestro honor, somos del débil el protector -la repetición, elemento básico de cognición, en algo puede ayudar- como recurrir a mi distinguido homónimo, para que en el gobierno den con la tecla.

Si lo anterior es descabellado y delirante, que la política se haga cargo, de lo contrario, en esta larga y angosta faja de tierra, se podría replicar lo ocurrido en Panguipulli.

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