Nueva constitución: Chile entre 2 países, se rompe o se raja

02 Septiembre 2020

Estamos ad portas a un plebiscito histórico, que puede abrir la puerta para una real democracia, con una significación y representatividad que desde hace décadas no es parte del ADN de este país popular.

Camilo Farías >
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El 2011 en medio de las movilizaciones por educación gratuita y de calidad vi un rayado en una calle de la ciudad de Concepción en mi época universitaria que decía: “El País de los Negocios vs el País Popular, Juventud Popular a Luchar” donde claramente se hacía referencia a una fórmula clásica de lucha de clases, pero que en este país ha ido tomando diferentes significancias a lo largo de su historia.

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Si bien la disputa de clases se puede evidenciar en diferentes conflictos de la sociedad, el hecho de poner dos países en un versus me hizo mucho sentido, ya que desde hace mucho tiempo que evidenciamos brechas demasiado amplias entre quienes tienen el control de los medios de producción, servicios, la prensa, los poderes facticos y… el resto de la población.

Cuando estamos ad portas a un plebiscito histórico, que puede abrir la puerta para una real democracia, con una significación y representatividad que desde hace décadas no es parte del ADN de este país popular, entra en un proceso de legitimidad el hecho de tomar uno de estos bandos. Lo quiero llevar más allá de los hitos propios del Republicanismo Chilensis, sino que a través del cotidiano y de la praxis de los chilenos, chilenas y pueblo que vive dentro de estas fronteras; porque desde la Revuelta de Octubre se puso un punto aparte y comenzamos a vivir, entender y relatar otro país, donde en el discurso de la panadería, el almacén del pasaje, los completos de la avenida o sea cual sea el espacio social, hablamos de política y queremos tener una posición en torno a lo que está sucediendo, aún cuando estamos en modo pandemia, pero bajo la mascarilla está el discurso crítico, variado y de clase por sobre todo.

La herencia que dejó los años de dictadura y que fue robustecida por la administración concertacionista traía consigo un aparataje ideológico cultural muy propio de los 90’ y ciertamente acuñada esta dinámica desde los centros de poder mundial, y que en Chile se convirtió en los consensos para todo, la democracia tutelada, la desprotección de los DDHH, la profundización del libre mercado hasta en áreas críticas (salud, educación, pensiones, etc.) y el desarraigo de la gente con las decisiones políticas tomadas y emprendidas; el tiempo dio la razón a quienes siempre se opusieron y disintieron.

Estos últimos 30 años fueron de un telón de silencio y complicidad terrible, donde las responsabilidades van más allá de la autodenominada “clase política”, sino que sirvieron para el propósito de muchos y muchas desde los diferentes centros de opinión y fábricas de verdades, estas situaciones espero sirvan de aprendizaje para avivar la capacidad creadora y transformadora de nosotros, los de afuera, los de la periferia, los pobres, los indígenas, los inmigrantes olvidados, los excluidos de la sociedad, el País Popular.

Por eso, el cambio de paradigma siempre viene acompañado de nuevos desafíos, de posibilidades históricas y por sobre todo de la puesta en valor de aquellxs que estuvieron mucho tiempo en el olvido, y sea cual sea la salida a esta crisis que estamos viviendo y que ha evidenciado una importante cantidad de fugas que el sistema y su modelo está generando, debemos tener la claridad de que es nuestro el período y bajo esta responsabilidad debemos ponernos a disposición, porque la Nueva Constitución debemos asumirla propia, arraigar identidades y sueños en ella, sino, solo reproduciremos conductas pasadas que sabemos hacia donde nos llevan.