Opinión: El fin de la transición y la polarización latente en Chile

05 Octubre 2013

El traslado de los internos desde el penal Cordillera a Punta Peuco, sumado al suicidio del ex general Odlanier Mena, dejó en evidencia la división política y social que aún existe en nuestro país.

Rodrigo Duran >
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El pasado 11 de septiembre se conmemoraron los 40 años del golpe de Estado en Chile. Un hecho que no dejó indiferente a nadie y que puso en evidencia un clima de división y odiosidad aún latente en nuestra sociedad. De ahí en más que la decisión presidencial de cerrar el penal Cordillera y trasladar a sus reclusos, todos sentenciados por crímenes de lesa humanidad, hasta Punta Peuco fuera sorpresiva e incluso aplaudida por sectores y personeros de la oposición.

Pero tras el anuncio presidencial ocurrió un suceso lamentable y que vino a poner en jaque la pertinencia de cerrar el recinto. El sábado 28 de septiembre los medios de comunicación informaban el suicidio del ex general y director de la CNI, Odlanier Mena, quien fue hallado en la escalera de emergencia de su edificio, lugar donde se encontraba dado que contaba con permiso dominical, tras propinarse un disparo de bala en su sien. El hecho contribuyó a recrudecer las heridas del pasado, permitiendo declaraciones de grueso calibre contra el actual mandatario, a quien representantes del mundo castrense no dudaron en tildar como el responsable de la muerte de Mena, además de innumerables epítetos y aseveraciones de traición a las promesas que el entonces candidato habría realizado al mundo militar.

No cabe duda que como sociedad estamos viviendo un clima de polarización que anima a la mantención de un estado irreconciliable que, a pesar de los años, continúa dividiendo a los chilenos. Y es que al parecer los temas pendientes en materia de reivindicaciones en verdad, justicia y derechos humanos, son varios y siguen estando presentes en los más diversos ámbitos y sectores de nuestra sociedad. Este año en particular, y seguramente por la coyuntura electoral sumado a las conmemoraciones de los 40 años del golpe de Estado y los 25 años del triunfo del No en el plebiscito de 1988, han sido varios los llamados a la unidad nacional, al reencuentro y a seguir avanzando especialmente en materia de reconciliación, dando por superada la transición en Chile, de la cual se habló incipientemente tras la derrota de Eduardo Frei en las presidenciales del año 2010, volviéndose a retomar el tema tras el paso desde la Concertación a la Nueva Mayoría. Sin embargo, y a pesar de encontrar eco en forma transversal, el resentimiento existente no sólo es mayor, sino también heredable a las nuevas generaciones quienes se hacen cargo de un tema que, ojalá nunca más en Chile, tengamos que volver a vivir.

De ahora en más hay que focalizar, tanto los recursos como esfuerzos, en los desafíos que nos convocan y no son para nada ajenos a cada uno de nosotros. Cambios a la actual Constitución, que dicho sea de paso rige desde 1980; una reforma profunda y real a la educación; reivindicaciones a la etnia mapuche, mejoras en las condiciones laborales y aumento de puestos de trabajo para los chilenos; incentivar la participación de los ciudadanos en la actividad política, entre otros, son sólo algunas de las acciones que nos llevarán a avanzar hacia un país que logra vivir en el presente, con mirada de futuro y aprendiendo de las acciones cometidas y ocurridas en el pasado.