40 años del Golpe de Estado: Una ‘Larga Noche Totalitaria’

05 Septiembre 2013

"A 40 años de la tragedia  me preocupan la ceguera de quienes no quieren ver lo que sucedió, las minorías que buscan repetir los errores del pasado, los mitos que se inventan por lado y lado"

Gabriel Rodríguez >
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Los 40 años del golpe de Estado me han provocado fuertes emociones. Probablemente el paso del tiempo va adquiriendo una densidad y un valor que no se tiene mientras se goza de juventud y buena salud. Aún antes que los canales de TV mostrarán las duras imágenes de los días previos y posteriores al golpe, el recuerdo de mis amigos de la Universidad de Chile asesinados por la dictadura me persiguió y entristeció por días. Sólo cuando fui capaz de escribir sobre ellos pude convivir en paz con su recuerdo.

Es que el golpe de 1973 nos cambió la vida.  Al menos dos jóvenes brillantes, llenos de vida y de futuro que conocí en esos años, cayeron en las garras de los Servicios de Inteligencia de la dictadura y son parte de los detenidos desaparecidos. Sus nombres eran Juan Maino y Cecilia Castro. En el plano personal además la dictadura afectó duramente a mi familia. Mi padre  y otras personas sufrieron injustas acusaciones y muy tardíamente la justicia declaró su total inocencia. Nunca hubo reparación alguna.

En el plano histórico el golpe fue la respuesta sangrienta de los sectores conservadores de Chile y los poderes internacionales ante la osadía de un pueblo que aspiraba a mejores niveles de justicia e igualdad.  Sin duda la UP también cometió errores. No soy de los dogmáticos que piensan que la historia es en blanco y negro. Y probablemente los grupos de ultraizquierda sembraron violencia desde antes del gobierno del presidente Allende. Pero ni esas acciones violentas, ni los errores del gobierno popular justifican la larga noche totalitaria, sin libertad de expresión, sin libertad de prensa, sin parlamento, con una justicia supeditada al poder político, con masivas y brutales violaciones a los derechos humanos, con campos de concentración y tortura, con miles de exiliados, con asesinato de niños, de mujeres embarazadas y miles de chilenos desaparecidos alargando infinitamente el sufrimiento de sus familiares.

No creo en el empate. Los errores de la izquierda, que han sido reconocidos por muchos de sus líderes históricos, no se igualan al terrorismo de Estado, a los magnicidios planificados desde el poder dictatorial contra todos sus opositores, incluyendo crímenes en otros países como Argentina y E.U.

Y no fue sólo la misiva represión a las libertades más elementales, la quema de libros al estilo nazi, la humillación de miles de pobladores sacados en ropa interior de sus viviendas allanadas para correr en las humildes plazas de entonces. También fue la economía de shock, la cesantía que llegó a un 32% el año 1982, el exilio económico, el PEM y el POJH, el regalo de las empresas del Estado a los grupos económicos, la privatización de las pensiones, de la educación, de la salud.

La dictadura cívico-militar chilena demostró que tanto los militares como los civiles de derecha en nuestro país fueron capaces de las peores atrocidades en nombre de la “guerra contra el comunismo”   que ocultaba su insaciable apetito económico. Un golpe destinado a  mantener y acrecentar sus riquezas sin límites. Una dictadura cuyas barbaridades asombraron al mundo y seguirán por años danto temas a cineastas y novelistas. La barbarie, el genocidio, la crueldad sin límites son tema permanente de estudio y reflexión para quienes buscan conocer y explicar el misterio del alma humana, capaz de las mayores alturas y las más oscuras bajezas.

A 40 años de la tragedia  me preocupan la ceguera de quienes no quieren ver lo que sucedió, las minorías que buscan repetir los errores del pasado, los mitos que se inventan por lado y lado, las dificultades infinitas para avanzar hacia una sociedad más justa, más democrática, más tolerante, más igualitaria.

Pero me anima la esperanza que el dolor de las generaciones pérdidas que sufrieron la cruel noche dictatorial puede ser semilla para  construir un Chile mejor. 

 

* Gabriel Rodríguez es periodista y escritor.