Cambios en el lenguaje: ¿Quién representa a quién?

11 Septiembre 2020

Históricamente las pequeñas reformas lingüísticas (concepto por concepto) terminaron en grandes revoluciones (proposiciones compuestas empezaron a significar radicalmente otra cosa), siempre y cuando, exista una justificación teórica tan fuerte, que logre desplazar la teoría vigente.

Diego Montoya >
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Independiente de toda el agua que ha pasado bajo este puente desde el retorno a la democracia, un hecho que marca las generaciones es la forma en que las personas suelen usar el lenguaje. Que, como país, hayamos sido durante largo tiempo conservadores y pacatos, perfectamente puede obedecer, a diversas oscuridades en la representación de un lenguaje oficial, más bien, dividido entre lo público y lo privado, es decir, por una parte, se decía lo políticamente correcto, y por otra, se podían decir una serie de barbaridades y verdades secretas.

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Si miramos nuestro país, desde 2012 en adelante, donde los movimientos sociales se fueron tomando la agenda, desde la educación hasta reivindicación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, podríamos advertir, que el país se ha sincerado a la fuerza, y que el lenguaje representa cada vez con más fidelidad el sentir de distintos grupos, que hasta hace muy poco eran excluidos.

En este contexto, si la transformación en el uso del lenguaje aumenta la representatividad de los grupos excluidos, es válido sostener, que los cambios en el uso de lenguaje pueden cambiar la forma en las que se ha interpretado la historia hasta este momento. Pensemos ahora, en uno de los cambios lingüísticos más básicos y evidentes que tuvo lugar en la cuarta ola del movimiento feminista: marcado por el uso de las redes sociales, un cambio interesante en la manera de conceptualizar un lenguaje de su propia factura y en algunos casos, una oposición combativa frente a una desgastada autoridad política, que no ha sabido interpretar estas señales. Nuestra idea es dialogar frente al cambio lingüístico impulsado por el feminismo: de un lenguaje no representativo, amparado en una estructura rígida organizada celosamente por la RAE, a un lenguaje representativo, sin una estructura rígida, organizado por el movimiento feminista y duplicado en conmemoraciones históricas y en redes sociales.

Esta discusión, debe ser orientada tomando en consideración, que los principales detractores del cambio, sostienen que no es un problema de representación de un género por sobre otro, sino que, al dar este paso, el lenguaje se estaría ideologizando, es decir, una transformación en el lenguaje impondría las principales claves para cambiar el paradigma cultural con objetivos claramente políticos, es decir, quitándole el trono a un lenguaje político, que tiene como primer lugar de referencia al hombre. Frente a esto, la pregunta inmediatamente obliga, ¿y por qué el lenguaje no puede transformarse en un fenómeno que reivindique la lucha de género?, si históricamente siempre ha sido de esa forma: cuando cambia la forma de interpretar un fenómeno, cambia la forma de referirnos a él. Por tanto, decir que el movimiento feminista, instaló una versión actualizada de un lenguaje más directo y representativo, parece ser una arista clave, a la hora de realizar su valoración histórica.

Históricamente las pequeñas reformas lingüísticas (concepto por concepto) terminaron en grandes revoluciones (proposiciones compuestas empezaron a significar radicalmente otra cosa), siempre y cuando, exista una justificación teórica tan fuerte, que logre desplazar la teoría vigente. Para ello, se debe convencer a la comunidad científica dominante que debe patrocinar el cambio. La posición de la RAE es clara: el lenguaje inclusivo intenta desdoblar nuestro idioma, infringiendo la economía del lenguaje. Tanto el actual director, Santiago Machado quién incluso apeló a un argumento estético “el lenguaje inclusivo estropea una lengua hermosa”, como el exdirector, Darío Villanueva, quien sostuvo que “no se puede confundir la gramática con el machismo”, reiterando el argumento base de su rechazo, a saber: que las lenguas se rigen por un principio de economía, criticando de absurdo el uso de dobletes, por ejemplo: miembros y miembras, porque atenta contra el principio de economía que rige la gramática española.

No obstante, no es acaso el uso de dobletes, el cambio de la “o” por la “e”, casos típicos en los cuales una lengua debe optar, por ¿quién debe ser representado? y ¿quién no debe ser representado?, a sabiendas que la RAE, sostiene que al estar incluida implícitamente ya está representada, por su parte, las representantes del feminismo exigen representación explicita, de conceptos que, a su juicio, no representan las particularidades de las mujeres.

Así expuesta la discusión, parecen ser estériles las recomendaciones de la RAE frente al uso del lenguaje inclusivo, porque independiente de su posición normativa y conservadora, finalmente será un criterio de uso introducido por todos los medios disponibles, el que, en definitiva, impondrá la modificación, agrade a quien agrade. No olvidemos, la frase del escritor británico George Orwell: “Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento”.