La clave de los modelos educativos exitosos: Autonomía “aprender a aprender”

31 Agosto 2020

Es el momento de mirar hacia una educación que logre reencantar a nuestros estudiantes, para que recuperen esa curiosidad por el mundo en el que ellos son dueños y protagonistas de sus procesos. Necesitamos educar para la vida, necesitamos educar para que nuestros niños sean felices…

Andrea Leighton >
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Desde principios del siglo XXI que el sistema educativo de Finlandia destaca como uno de los mejores del mundo. Los resultados de pruebas como PISA y TIMSS son evidencia de ello. Muchos nos hemos hecho la pregunta, ¿Cuál es la clave del modelo educativo finlandés? ¿Cuál será el “secreto” de este sistema cuyos resultados sobresalen a la media de los países de la OCDE? Tal vez no existe una única respuesta, pero es necesario indagar en la o las razones de manera urgente, ya que la educación en Chile está más herida que nunca y necesita de manera inmediata un cambio de paradigma.

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El modelo educativo en Finlandia, el cual es público tanto en colegios como en universidades, se basa en la igualdad debido a que busca respetar las necesidades y diferencias de cada persona. En ese país, ubicado en Europa del Norte, no creen en los exámenes y desde 2016 están implementando un modelo educativo que busca llevar los problemas de la vida real al entorno educativo. Todo el sistema educacional de Finlandia está basado en la ecualidad, es decir, todos los estudiantes tienen el espacio y el papel para crecer y desarrollar su potencial al máximo. Este modelo apunta no solo en la “equidad” sino en la “igualdad”, en el sentido de respetar las necesidades y diferencias de cada persona. La idea es proveer un servicio educativo que esté al alcance de todos. Además, el rol del docente es importante, los maestros hacen un muy buen trabajo, y están muy bien formados, centran su quehacer en las necesidades y potencialidades de cada estudiante, buscando cómo desarrollarlas y acompañándolos en ese proceso.

En relación a todo lo mencionado, existe un denominador común, “la autonomía”, que va desde la flexibilidad curricular, hasta el proceso de enseñanza-aprendizaje como tal. Para Finlandia el núcleo del modelo educativo está en la autonomía de todos los actores del sistema, desde los niños como promotores de su proceso de aprendizaje; los docentes, que en la sala de clases saben lo que tienen que hacer y cómo hacerlo; los Directores que pueden liderar sus equipos y los Municipios para promover un currículo acorde a sus necesidades. Quizá sea esa la razón de por qué los estudiantes no pierden la motivación y la magia de aprender, algo que el sistema chileno no se está potenciando en la práctica. Vemos generaciones desencantadas con la educación, con las posibilidades que se les ofrece y abrumadas con un mundo y una sociedad que les exige lo que nunca se les ha enseñado, “aprende a aprender”.

Nuestro sistema en Chile promueve la entrega de conocimientos como línea que direcciona el actuar pedagógico, las habilidades se miden pero no se fomenta su desarrollo; la resolución de problemas, el pensamiento crítico y la autonomía han quedado solo en el papel. En Finlandia, la responsabilidad de los aprendizajes está puesta en los estudiantes, con un énfasis en el auto direccionamiento y autorregulación. Esto implica que el docente debe promover estas habilidades, mediante el desarrollo de metodologías que permitan crecer hacia niveles superiores de pensamiento.

Lamentablemente hoy, frente a la contingencia las escuelas están cerradas, y el formato es educación a distancia. Ante esta realidad los hogares chilenos han colapsado, los padres no pueden lidiar con el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus hijos, porque el profesor no está ahí. Este contexto nos muestra la incapacidad que tienen nuestros alumnos para empoderarse en su rol de estudiantes activos, ávidos por buscar respuestas a los desafíos que se les plantean, con confianza en sus propias capacidades.

Es el momento de mirar hacia una educación que logre reencantar a nuestros estudiantes, para que recuperen esa curiosidad por el mundo en el que ellos son dueños y protagonistas de sus procesos. Es necesario que aprendan para la vida y de la vida, no podemos pretender tener niños motivados aprendiendo contenidos abstractos, necesitan un aprendizaje que puedan llevar a la práctica, para que los 13 años de escolaridad hayan valido la pena.

Claramente tenemos un sistema poco inclusivo y encantador, es cosa de observar las estadísticas alarmantes de deserción escolar. El estudio elaborado el año 2019 por el Hogar de Cristo, el Centro de investigación avanzada de educación de la Universidad de Chile, el Centro de Justicia Educacional de la Universidad Católica y la Unicef, estableció que hay 358 mil jóvenes que no asisten a clases. Durante la pandemia del Covid-19, el Ministerio de Educación estima que podrían incorporarse 80 mil nuevos niños y jóvenes a las tasas de deserción.

Esta triste realidad viene a gritarnos que no podemos seguir haciendo las cosas de la misma manera; debemos entender que es un derecho del individuo recibir una educación adecuada al mundo en el que se desenvuelve. Los estudiantes deben poseer conocimientos y habilidades para “aprender a aprender”, solo así tendremos seres competentes para participar en los nuevos entornos de aprendizaje. Tal como lo dice Clay P. Bedford (1903-1991) Industrialista e ingeniero estadounidense: “Puedes enseñar a un estudiante una lección un día, pero si le enseñas a aprender creando curiosidad, continuará el proceso de aprendizaje durante toda su vida”.

Necesitamos educar para la vida, necesitamos educar para que nuestros niños sean felices…