Opinión: Año de elecciones y Desarrollo Sustentable

27 Octubre 2013

Es urgente que quienes aspiren a gobernar expliciten la forma en que piensan abordar grandes desafíos de sustentabilidad no resueltos

Ignacio Larraechea >
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Un año electoral debiera ser propicio para impulsar las bases de un Desarrollo Sustentable, aquel que integra las dimensiones social, económica y medioambiental en una perspectiva de futuro. El debate en torno a programas de gobierno podría permitirnos salir de la lógica de la coyuntura y asumir orientaciones de largo plazo.

Más aún, parece urgente que quienes aspiren a gobernar expliciten con claridad la forma en que piensan abordar grandes desafíos de sustentabilidad no resueltos, como son: una marcada desigualdad y exclusión social, la ampliación de la capacidad de crecimiento económico de largo plazo y la preservación del medio ambiente.

En Chile, el Desarrollo Sustentable necesita de políticas de Estado capaces de orientar y coordinar  la acción de los diversos actores sociales en un horizonte de varios decenios. En este sentido, el desafío para el mundo político es  enorme: requiere superar la lógica de la promesa efectista, más anclada en la manipulación de las emociones y de los intereses de grupos de presión  que en un proyecto de sociedad construido sobre bases valóricas, conceptuales y materiales sólidas. Esto no significa desatender las tareas urgentes,  que apuntan a superar la exclusión inaceptable de vastos sectores de la sociedad, sino que no eludir la responsabilidad de hacerse cargo de la “agenda larga”, aquella de “baja rentabilidad electoral”, indispensable para garantizar un salto cualitativo en la calidad de vida de la futuras generaciones. Ya es evidente que la lógica puramente electoral de corto plazo o la dinámica automática de los mercados no permiten enfrentar con éxito desafíos pendientes en aspectos tan variados como educación, I+D+i, energía o legitimidad de las instituciones, por nombrar sólo algunos.

A su vez, esto debe ir acompañado de una transición cada vez más pronunciada hacia políticas concentradas en potenciar las capacidades de las personas y organizaciones, más que en la mera transferencia de recursos y satisfacción de necesidades básicas.  En términos generales, sería importante observar una participación creciente de los ciudadanos en el diseño, implementación y evaluación de las políticas que los afectan.

El Desarrollo Sustentable, por lo tanto, es indisociable de un sistema político responsable en sus promesas y transparente en sus diferencias: los programas de gobierno que enumeran un sinfín de problemas y de soluciones evidentes suelen dificultar la posibilidad de elegir y reflejan la carencia de ideas  estructurantes.  La sociedad necesita transparencia para identificar las diversas opciones que se le presentan para aquilatar su viabilidad financiera, ambiental, social y política.

Pero esto no basta: se requieren mecanismos efectivos para que los ciudadanos puedan hacer un seguimiento del cumplimiento de los compromisos  e incluso para sancionar su incumplimiento.

Si aspiramos a un Desarrollo Sustentable para Chile, la política debe recuperar la confianza de la ciudadanía. Sin esa confianza básica, la institucionalidad completa queda en tela de juicio y los agentes comienzan a actuar de acuerdo a intereses puntuales en base a su poder. Para ello, es fundamental que los programas de gobierno sean el fruto de un auténtico diálogo y encuentro con la rica diversidad de actores de la sociedad chilena, pero en especial con los excluidos social, política y económicamente.  En definitiva, el Desarrollo Sustentable necesita de la política, pero de la buena…