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Estamos viviendo una crisis sanitaria de las más graves que nos ha tocado enfrentar en muchos años. Las necesarias medidas para su contención conllevan una crisis económica y social que, según las proyecciones del Banco Mundial, podrían sumir a la economía en la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Para hacerle frente a esta amenaza, distintos países están proponiendo medidas de recuperación económica y la CEPAL ha afirmado que necesitamos un nuevo estilo de desarrollo para seguir avanzando. En las propuestas para llevar a cabo esta recuperación hay creciente consenso sobre la necesidad de avanzar hacia economías sostenibles, inclusivas y resilientes. Esto porque la actual crisis sanitaria se enmarca en una crisis mayor, con impactos que se perciben más lento, pero que afectarán a millones de personas alrededor del mundo: el cambio climático. Algunos de estos impactos son la escasez hídrica que sufrirán entre 1.000 a 2.000 millones de habitantes y la migración forzada de entre 50 a 350 millones de personas al año 2050. Para hacerle frente a estas crisis, hay que abordarlas en conjunto, con una mirada de desarrollo sostenible.

Por ello, países como Alemania ya han propuesto un Fondo de Recuperación al Covid-19 que pone el foco en industrias y tecnologías amigables con el clima, mientras que el Banco Mundial y el  Fondo Monetario Internacional recomendaron que la recuperación económica tenga entre sus ejes la descarbonización, la resiliencia y que contemple los riesgos de largo plazo (los detalles pueden revisarse en el documento Lista de verificación de la sostenibilidad para evaluar las intervenciones de recuperación económica). Por su parte, Amsterdam aplicará el modelo económico de la rosquilla, propuesto por la economista Kate Raworth, que demarca dos límites fundamentales: un techo ecológico asociado a la capacidad del planeta y un piso mínimo de derechos básicos de una sociedad justa. Por último, en Latinoamérica, más de 250 organizaciones se unieron en una propuesta de reactivación transformadora por un futuro sostenible, justo e inclusivo (la propuesta puede revisarse en https://reactivaciontransformadora.com/ [11]).

En Chile, la discusión sobre cómo debiese ser el desarrollo nacional post-pandemia y la necesidad que este vaya más allá de las consideraciones económicas, se está dando de forma transversal. Por ejemplo, más de 600 instituciones del mundo público y privado, y más de 1.500 personas han respaldado una propuesta de recuperación económica bajo un enfoque de desarrollo sostenible y resiliente, que vincule las agendas económicas, sociales y ambientales (la campaña puede revisarse en https://www.reactivacionsostenible.cl/ [12]), y las ONG FIMA, Oceana, OPES, Chile Sustentable y Greenpeace entregaron una propuesta para una reactivación sustentable a la Presidencia de la República y a los ministerios de Economía y Hacienda. Sin embargo, en paralelo se están impulsando propuestas que, en el marco de promover la inversión, disminuyen los ya febles estándares ambientales del país -olvidando que una débil evaluación socio-ambiental de los proyectos de inversión los hace insostenibles económica, social, y ambientalmente-. Ejemplo de esto es el Acuerdo Covid celebrado por el Gobierno y algunos partidos de la oposición, el Proyecto Proinversión y la propuesta de Participación Ciudadana Telemática en la evaluación de proyectos, promovida por el Ministerio del Medio Ambiente.

En Magallanes, la presión por la reactivación económica también se está viviendo. Distintas autoridades regionales, políticos y sectores económicos están impulsando proyectos que no se condicen con la necesaria reactivación sostenible. Entre ellos se cuentan iniciativas actualmente rechazadas por la autoridad debido a no cumplir con los mínimos ambientales, con procesos judiciales aún en curso o con claras evidencias de su negativo impacto socio-ambiental. Algunos ejemplos son los espaldarazos a la salmonicultura en aguas protegidas, a la reactivación de la minería del carbón y a la construcción de una vía elevada que pone en jaque el Humedal Tres Puentes.

Las contradicciones en las propuestas de reactivación manifiestan que aún hay quienes olvidan que la crisis de salud en que nos encontramos y sus consecuencias socioeconómicas, tienen su origen en la relación irracional que la humanidad ha establecido con la naturaleza, cuestión que comparte con la Crisis Climática (recordemos que lo que vivimos es una pandemia originada en una zoonosis). Por ello, la reactivación sostenible aparece como una oportunidad para corregir errores pasados y así evitar nuevas y más profundas crisis en el futuro.

Así, la reactivación sostenible es una oportunidad a nivel local y mundial para construir una sociedad inclusiva, justa y respetuosa de su medio ambiente, cuestiones basales para el bienestar social. En Magallanes esto es posible potenciando los incentivos en inversiones para energías limpias, orientando la producción alimentaria hacia una con criterios de conservación de biodiversidad, impulsando la economía circular y la gestión de residuos, y creando empleos que se sostengan gracias al privilegiado patrimonio natural de la región y no a costa de este. Todo lo anterior aparejado a la formación de capital humano para el desarrollo de actividades sostenibles. Estas inversiones son tanto o más atractivas y eficientes que otras iniciativas extractivistas, con logros –cuestionables- a corto plazo y con claras externalidades negativas.

Las crisis que enfrentamos son una oportunidad para dar pasos firmes hacia un desarrollo sostenible, con un claro compromiso entre lo social, económico y ambiental. No debemos ni podemos desperdiciar esta oportunidad y Magallanes tiene todas las características para ser un ejemplo. ¡Vamos por ello!